
Así lo dice La Mont
Bush vs Noriega, Trump vs Maduro: El 20 de diciembre de 1989, América Latina fue testigo de una acción militar contundente de Estados Unidos: la Operación Causa Justa. En aquella madrugada, bajo el mando del ex director de la CIA y presidente George H.W. Bush, las fuerzas estadounidenses irrumpieron en Panamá con un objetivo que hoy encuentra un símil en Venezuela derrocar a un gobernante acusado de narcotráfico y violaciones a los derechos humanos.
El target fue el general Manuel Antonio Noriega, ex aliado de la CIA y del mismo Bush, pero convertido en un paria internacional por lo que Washington decidió que ya no era su tiempo. Aquella intervención representó un cambio de paradigma en la política exterior de la posguerra fría, demostrando que la Casa Blanca emplearía todo su poder para reorganizar su «patio trasero» si consideraba que su seguridad nacional se encontraba en riesgo por el tráfico de estupefacientes. La logística de aquella invasión fue masiva.
Para asegurar la captura de Noriega y el desmantelamiento de sus Fuerzas de Defensa se desplegó una fuerza de 27,000 efectivos.
De este g contingente, el quehacer de los marines fue fundamental, aunque la operación involucró a diversas ramas de las fuerzas armadas. Alrededor de 2,200 infantes de marina se sumaron a las unidades de élite de los Rangers y la 82.ª División Aerotransportada. Ingresaron por tierra, mar y aire, tomando puntos estratégicos en asunto de horas.
La superioridad tecnológica fue abrumadora; fue el bautismo de fuego del avión furtivo F-117 Nighthawk, diseñado para evadir radares. La desproporción de fuerzas fue tal que las defensas panameñas, compuestas por unos 12,000 hombres mal equipados, colapsaron dejando tras de sí un saldo de víctimas civiles y militares que aún hoy genera debate y dolor en la memoria colectiva del istmo.
Prospectiva: en diciembre de 2025, el fantasma de aquella operación recorre nuevamente el Caribe, pero bajo la administración de otro mandatario Republicano Donald Trump.
El escenario cambió, pero la retórica parece un eco del pasado. Trump intensificó la presión sobre el régimen de Nicolás Maduro, elevando la recompensa por su captura a la cifra de 50 millones de dólares y declarando al Cártel de los Soles como una organización narcoterrorista. Sin embargo, a diferencia de 1989, el despliegue actual sugiere una evolución en la doctrina de guerra. Mientras que Bush optó por una ocupación territorial masiva con «botas sobre el terreno», la estrategia de 2025 se presenta como un híbrido tecnológico en la que Washington movilizó grupos de combate liderados por el portaaviones USS Gerald Ford, pero los informes de inteligencia indican que el enfoque principal podría no ser una invasión terrestre de gran escala, sino el empleo intensivo de drones de alta precisión y ataques selectivos. La pregunta que domina en el Pentágono y las calles de Caracas es si Estados Unidos intentará capturar a Maduro en el Palacio de Miraflores mediante una incursión de comandos terrestres o si se limitará a la guerra a distancia.
Trump dió señales contradictorias: por un lado, anunció que «los bombardeos en tierra comenzarán pronto» contra objetivos criminales, lo que sugiere una campaña aérea devastadora similar a la de las guerras modernas en Medio Oriente.
Así la presencia de más de 4,500 efectivos navales y marines en las costas sudamericanas indica que la opción de una inserción terrestre para un objetivo específico —la extracción de Maduro— no es descartada.
El uso de drones permite a Washington minimizar las bajas propias y evitar las complicaciones políticas de una ocupación prolongada, pero la captura de un mandatario dentro de un complejo fortificado como Miraflores suele requerir la presencia física de unidades de operaciones especiales.
Operación: Un factor determinante en esta ecuación es la lealtad de los militares venezolanos quienes, a diferencia de la oficialía de Noriega, muchos de los cuales fueron formados en la Escuela de las Américas y mantenían vínculos con sus homólogos estadounidenses, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) pasó décadas bajo un proceso de adoctrinamiento ideológico y una estructura de control interna diseñada para prevenir deserciones.
En enero de 2025, el alto mando militar juró lealtad «absoluta» a Maduro para el sexenio que culmina en 2031. El general Vladimir Padrino López mantiene una aparente cohesión presentando a la FANB como un bloque monolítico frente a la «agresión imperialista». No obstante, la historia de las intervenciones militares enseña que la lealtad absoluta suele ser puesta a prueba cuando los primeros ataques selectivos comienzan a degradar la cadena de mando y las comunicaciones.
El dilema de Trump en este cierre de 2025 radica en si la tecnología de drones es suficiente para forzar un cambio de régimen o si, al igual que Bush hace 36 años, se verá obligado a enviar a sus marines al corazón de la capital. Venezuela no es la Panamá de 1989; su extensión territorial, su geografía y sus alianzas con Rusia, China e Irán presentan riesgos geopolíticos mayores.
A pesar de esto, la Casa Blanca parece decidida a no permitir que el año termine sin un desenlace definitivo. La sombra de la Operación Causa Justa se proyecta sobre el Palacio de Miraflores, pero el desenlace de esta nueva crisis dependerá si el ejército venezolano está dispuesto a combatir hasta el final por un sistema que se encuentra bajo el asedio más feroz de su historia contemporánea.
Por: Federico La Mont
Domo de Cristal
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