“Tenemos un comercio estúpido. ¡El mundo nos está estafando!” Donald Trump.
Como el último clavo en un ataúd, así se sintió la degradación de la calificación que le asignó Moody’s a los bonos de tesoro estadounidenses. Sobre el tema economistas y analistas han hecho un conjunto de comentarios y aun los más fervientes trumpistas se han visto sacudidos por la percepción que tiene la agencia calificadora sobre la situación económica y financiera de Estados Unidos. No es de extrañarse – sin importar corriente económica – que casi todos coincidan: quien ahora gobierna el país norteamericano ha abandonado fundamentos económicos racionales y mantiene una estrategia desarticulada y balbuceante en la que se entremezcla la prepotencia con ideas económicas que estuvieron en boga en el siglo XIX y que se percibía se habían superado. El mundo da vueltas, avanza, pero también está sujeto al pavoroso ascenso de mentalidades retrogradas y a la decadencia intelectual y moral de sociedades concebidas como “avanzadas”.
Los comentarios en torno a la rebaja de calificación son convergentes, pero quien pone el punto sobre las íes es Ernesto O’Farrill Santsocoy. Es importante reproducir textualmente su comentario:
“Que… estas tres importantes ratings agencies (S&P, Fitch Rating y Moody’s) tengan calificada a la deuda soberana estadounidense por debajo del AAA tiene repercusiones enormes en todo el mundo. Pensemos en esto: ¿Cómo que la deuda soberana del Gobierno, que tiene como moneda al dólar, no tiene calidad AAA? En principio debería de ser el único en tener un AAA+”.
Las razones que da Moody’s sobre la degradación de la nota crediticia de Estados Unidos de AAA a Aa1 son contundentes:
Para poder articular la opinión de O’Farrill con las consideraciones de Moody´s, es importante contar con un marco de referencia, mismo que vale la pena señalarlo puntualmente:
Algunos analistas y economistas cuando hablan de deuda se refieren sólo a cifras absolutas para confundir a la gente. Estas cifras elevadísimas generan la idea de insolvencia o de insostenibilidad o de que existe un gobierno imprudente con incontinencia fiscal. En realidad, sólo cuando se hace referencia a la ratio deuda a PIB se puede tener una clara idea de la existencia o no de una economía emproblemada. Vayamos punto por punto para entender por qué la actual trayectoria fiscal de Estados Unidos es preocupante:
Es decir, Estados Unidos es el país más endeudado del mundo, con una deuda que rebasa los 36 billones de dólares y lo más grave es que alrededor de 30% de los bonos de tesoro de Estados Unidos se encuentran en poder de entidades extranjeras, siendo Japón y China los principales acreedores. El análisis de las cifras fiscales y de deuda ponen en duda no sólo su estabilidad económica, sino el predominio del dólar como moneda global. Con cierta perífrasis Moody’s señala que: “Aunque reconocemos las importantes fortalezas económicas y financieras de Estados Unidos, creemos que estas ya no contrarrestan plenamente el deterioro de las métricas fiscales”. Me parece, en este sentido, más honesto lo que plantean O’Farrill y Gabriela Siller, quienes hablan de una economía débil, con finanzas públicas muy comprometidas; lo que ha puesto en duda al dólar como activo refugio y moneda de reserva. “El dinero – dice O’Farrill – se ha refugiado en otras clases de activo, particularmente en el oro”.
Trump ha sido disruptivo y se ha negado a entender que el mundo – y particularmente las principales potencias del orbe – ya no está dispuesto a cubrir los principales hoyos fiscales y financieros de Estados Unidos. Reta, pensado en un pasado que ahora es inexistente: ¿Quién está dispuesto a mantener a un ogro perezoso, que cierra su economía con barreras arancelarias y qué quiere atraer cuantiosas inversiones, sin importarle los efectos recesivos que esto tendría para las economías del planeta, incluyendo a sus aliados históricos? Puede ser que los capitales – sobre todo los productivos – se muevan de un país a otro, pero no deberían moverse mediante una competencia desleal, en donde el uso a modo de los impuestos implique dejar de invertir en los países de origen, afectando con desempleo a la parte nodal de un Estado nacional, que es su pueblo. ¿Qué gobierno puede coincidir o someterse a semejante estupidez?
Ahora el energúmeno y sus partidarios congresista quieren afectar a millones de trabajadores que le generan con su trabajo enorme riqueza a Estados Unidos. Quiere Trump castigar a muchos privilegiando a sus votantes blancos, imponiendo un impuesto a las remesas, como si los migrantes de primera, segunda o tercera generación no se sometieran a los gravámenes que le imponen los gobiernos federal, estatales y locales. Es decir, cubren los impuestos que gravan, en su caso, la renta, la nómina, las propiedades, las ventas, las ganancias de capital, los dividendos, las importaciones, las herencias y las donaciones, así como otras diferentes tasas. Sé que las consecuencias podrían ser nefastas para Estados Unidos y el mundo, pero por qué Estados Unidos no se somete a una política de shock como la que impone el Fondo Monetario Internacional; o mejor aún, por qué no es capaz de instrumentar una reforma fiscal integral; más cuando los números indican que cuenta con espacio fiscal: la recaudación de impuestos representa 27% del PIB frente al 34% promedio de los países del OCDE.
A manera de provocación: ¿Qué dirían los economistas y los analistas “chuecos”, si comparáramos los números de Estados Unidos y México? ¿Reconocerían el esfuerzo actual del gobierno de la presidenta Sheinbaum?
Hay más datos que ofrecer, pero concluyamos: ¿Cómo es posible que, con esos números, Moody’s le otorgué una calificación de Baa2 a la deuda soberana de México a largo plazo en moneda extranjera, atribuyéndole una perspectiva negativa? Cierto le rebajó la calificación a Estados Unidos, pero aun cuando pudieran existir criterios adicionales o complementarios, la calificación que le otorga a nuestro país está muy por debajo de la de Estados Unidos; lo que lleva a conjeturas y al desconcierto. Ojalá y algún día esta agencia explique cuáles son esos criterios o por qué mide con distinta vara a un país y a otro. Por lo pronto ahí están las cifras del déficit fiscal y de la deuda pública de México en torno al PIB. Ojalá y algún día las comenten los agoreros del desastre.
Gildardo Cilia López
Domo de Cristal
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