El sábado 12 de julio, unas horas después de darse a conocer la carta de Donald Trump anunciando un incremento del 30% en los aranceles a productos mexicanos enviados a su país, la American Society of Mexico (Amsoc), que agrupa a empresarios estadounidenses en México, lanzó un virulento llamado a la presidenta Claudia Sheinbaum para atender varios “pendientes” que Estados Unidos considera como “grandes irritantes”. Entre ellos destacan:
Reforzar el Estado de derecho.
Legislar sobre datos de prueba en farmacéuticos y agroquímicos; combatir la piratería, la falta de transparencia y la lentitud en los procesos.
Permanencia de México en la Priority Watch List por incumplimiento del T-MEC en materia de propiedad intelectual, lo que “envía un mensaje de desinterés” hacia sus compromisos internacionales.
Señalan que México envía una “señal equivocada” al imponer nuevos requisitos y barreras a la inversión estadounidense, justo en un contexto de “oportunidades históricas por el nearshoring”.
Larry Rubin, presidente de la Amsoc, tras haberle ‘leído la cartilla’ al gobierno mexicano, remató con una advertencia velada:
“Los tiempos han cambiado; temas que antes podían pasar desapercibidos, hoy son monitoreados de cerca por autoridades de Washington y por el sector privado norteamericano.”
Más tarde, durante una cena de gala en honor del embajador Ronald Johnson, afirmó que “no es una amenaza, es una alerta estratégica”, en referencia a la falta de acción efectiva contra el fentanilo, el crimen organizado —ahora llamados “grupos terroristas”— y el supuesto incumplimiento del T-MEC. “Falta de respeto al T-MEC”: el burro hablando de orejas.
Bueno, menos mal que no se trata de una amenaza… y qué bueno que México no es Irán, porque en pleno proceso de negociación comercial lo que se nos recetó fue un arancelazo y no un bombardeo con misiles.
Fue un mal día para México. Una agresión más que el país no merece, donde ya no se sabe qué resulta más dañino: si el aumento arancelario o la majadería con la que fue redactada la carta. La misiva de Trump evocó aquella canción de Serrat sobre los militares que firman sentencias de muerte… pero con buena letra. Comienza diciendo:
“Estimada Señora Presidenta, es un gran honor para mí enviarle esta carta…”
Aunque, líneas abajo, espeta:
“México todavía no ha detenido a los cárteles que están tratando de convertir a toda América del Norte en un patio de recreo del narcotráfico… ¡no puedo permitir que eso suceda!” Y sentencia: “A partir del 1 de agosto de 2025 cobraremos a México un arancel del 30%.”
Si Trump se hubiera ahorrado sus ‘justificantes’, la carta habría sido menos ofensiva. Pero no: agregó un par de perlas más:
“…no habrá arancel si México, o empresas dentro de su país, deciden manufacturar producto dentro de EE.UU…”
“…si deciden aumentar sus aranceles, entonces, cualquiera que sea el número que elijan se añadirá al 30% que cobramos…”
Amenaza y extorsión epistolar de un presidente delincuente.
Aunque varios países recibieron cartas similares, no hay duda de que, en el caso de México, se trató de un plan orquestado para redimensionar la ofensa, la amenaza y la extorsión. Por eso, la carta fue acompañada por una cena de gala en la que ni la elegancia logró disimular la vulgaridad de los insultos a México. La presencia de algunos invitados morenistas no fue suficiente para legitimar un evento claramente político e injerencista, en territorio mexicano.
La actitud del gobierno de Trump hacia México trasciende lo económico. No se trata solo de aranceles o comercio: se busca doblegar al país, imponer una narrativa de un México irresponsable, que no cumple sus compromisos y que es culpable de todos los males que aquejan a América del Norte, como si en el subcontinente existiera un solo país, en lugar de tres.
Ciertamente, responder con aranceles espejo y aplicar el ojo por ojo no es lo más recomendable. Cuando un país impone aranceles, se castiga a sí mismo con inflación y bajo crecimiento económico. Pero las medidas que EE.UU. está adoptando son extraeconómicas, y tanto el contenido como la forma vulgar en que se comunican exigen una respuesta firme y contundente.
Es urgente cambiar el discurso y la narrativa que se ha tenido hasta ahora con el vecino del norte. Tener la cabeza fría no excluye tener cabeza inteligente. Y la prudencia no significa guardar silencio ni adoptar una actitud timorata. Ser prudente es hablar con propiedad, con respeto, pero también con claridad y firmeza. El poder de la palabra es la mejor —y prácticamente única— arma de un país como México para dirimir conflictos y buscar soluciones pacíficas.
No se trata de gritar ni de insultar —eso sería caer en lo mismo que se critica— y además, no existe igualdad de condiciones entre un país fuerte y otro más débil. Ponerse al tú por tú con Goliat podría ser un suicidio.
¿Qué se puede hacer entonces frente a la primera potencia mundial, gobernada por un presidente delirante que, mediante Órdenes Ejecutivas autoritarias, pretende destruir décadas de cooperación bilateral?
La respuesta no es sencilla ni única. Pero lo cierto es que se debe continuar dialogando, negociando, buscando siempre los mejores términos y condiciones para México. Sin embargo, continuar con el mismo discurso no parece lo más recomendable. Se requiere mayor firmeza, contundencia y oportunidad en las respuestas y mensajes al gobierno de Trump, así como una narrativa constante que establezca con claridad la postura mexicana, evitando actuar solo de manera reactiva.
Por ejemplo, ante lo señalado en la carta sobre la crisis del fentanilo, la presidenta Sheinbaum pudo haber respondido con una carta como esta:
Estimado Señor Presidente:
Le envío esta respuesta a su misiva del 12 de julio, en la que alude a la fortaleza de nuestra relación comercial y al compromiso de seguir trabajando juntos. Celebro que lo reconozca.
Respecto a su preocupación, reconozco que el narcotráfico es un grave problema, compartido por nuestros dos países. Las víctimas mortales se registran en ambas naciones: en la suya, por adicción; en la nuestra, por violencia. En EE.UU. las drogas ingresan ilegalmente; en México, lo hacen las armas. Ambos tenemos cárteles, y ambos fallamos en frenarlos. Si la oferta del opioide sale de aquí, es porque la demanda se genera allá. El daño es recíproco, y nuestros esfuerzos conjuntos, insuficientes.
En este contexto, México también podría aplicar aranceles similares, dado que EE.UU. tampoco ha combatido eficazmente al narcotráfico. Tampoco han detenido a sus cárteles ni frenado el tráfico de armas hacia nuestro país. No han reducido sus índices de adicción ni han desarrollado campañas preventivas eficaces. Han contribuido, pero no han hecho lo suficiente.
Y el narcotráfico no es nuestro único reto bilateral. Ustedes aplican políticas arancelarias y barreras comerciales que dañan nuestras exportaciones y encarecen sus propios productos. El acero, el aluminio, el ganado y el tomate mexicanos han sido afectados, elevando precios en su propio país.
El incumplimiento del T-MEC es una amenaza para México, y también un asunto de seguridad nacional. Si EE.UU. combate efectivamente a sus cárteles y detiene el flujo de fentanilo, podríamos reconsiderar nuestras acciones arancelarias.
México es un gran país, buen vecino, libre y soberano. No deseamos una guerra arancelaria. Estados Unidos tiene una historia de lucha por la democracia, en la que no debería caber el unilateralismo. México le tiende la mano para continuar el diálogo en busca de acuerdos con beneficio mutuo, sin imposiciones.
Usted, presidente Trump, tampoco quedará decepcionado de esta gran nación mexicana.
Pero no hubo carta de presidenta a presidente. Tampoco hubo respuesta de la cancillería a las amenazas lanzadas por la Amsoc. En cambio, los agravios continuaron. Cuatro días después, Trump afirmó que “los cárteles tienen un tremendo control sobre México y mantienen aterrorizadas a las autoridades”. El lunes 14 de julio se impuso un impuesto compensatorio de 17.09% al jitomate mexicano, que subirá al 47.09% el próximo 1° de agosto. El sábado 19, EE.UU. anunció sanciones contra México por “incumplimiento” del acuerdo de aviación bilateral, con el sello de “América Primero”.
Todo esto, en solo una semana. Y lo que se acumule.
La resiliencia del gobierno mexicano —llamada “cabeza fría”— ha permitido postergar en dos ocasiones los aumentos arancelarios y sobrellevar una difícil relación bilateral. Pero ya no basta. Se requiere una estrategia discursiva distinta. La incertidumbre provocada por Trump debe enfrentarse con mejores respuestas y con una narrativa que recupere el orgullo, el ánimo y la esperanza nacionales.
La historia registra hechos… y también palabras. Aprendamos a decir, contar y narrar nuestra historia. No permitamos que el extorsionador convierta a América del Norte, como los cárteles, en su patio de recreo.
Por: Raúl Fernández
Domo de Cristal
No hay comentarios