La decisión del Banco de México (Banxico) de recortar la tasa de referencia en 50 puntos base para situarla en 8% a mitad de año es una medida inteligente, ya que:
coadyuva a la consecución del objetivo prioritario del banco central, que es mantener una inflación baja y estable,
genera condiciones favorables para enfrentar un entorno económico de incertidumbre reflejado en una demanda agregada deprimida, y
todo ello se realiza en el marco de su autonomía y sin contravenir sus lineamientos institucionales.
¡Una auténtica carambola de tres bandas!
Es importante señalar que el crecimiento económico, per se, no es un objetivo directo de Banxico; sin embargo, su decisión autónoma del pasado 26 de junio permite una convergencia de propósitos: procurar la estabilidad de precios al tiempo que se incentiva el crecimiento económico.
En este contexto, destaca la firmeza de la decisión al enviar señales de estabilidad y confianza a los mercados: el peso mexicano se apreció 0.33% al cierre de la jornada del jueves, cerrando el tipo de cambio en $18.86 por dólar; y la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) avanzó 0.95%, acumulando tres sesiones consecutivas al alza.
Sin embargo, en contraste con esta reacción positiva de los mercados, muchos analistas opinan que recortar las tasas después de cuatro meses consecutivos de alzas en el nivel general de precios podría provocar la pérdida justamente de lo que se pretende preservar: el control inflacionario. Esta postura, no obstante, omite ciertos factores y consideraciones que llevan a análisis incompletos y sesgados.
A continuación, se exponen algunos puntos que deben tomarse en cuenta al analizar el recorte de tasas, los cuales contextualizan la decisión de Banxico, confirman su compromiso institucional y evitan caer en el dogma de aplicar, a rajatabla, aumentos en la tasa de referencia o frenos automáticos ante cualquier brote inflacionario observado:
1) Comparaciones imprecisas en la inflación.
Uno de los argumentos más frecuentes de los críticos es que el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) subió de 4.42% en mayo a 4.51% en junio. Esta afirmación es incorrecta o, al menos, imprecisa, ya que compara un dato mensual completo (mayo) con uno quincenal (la primera quincena de junio). Esta diferencia de plazos no solo impide una comparación equitativa, sino que además oculta lo que realmente ocurrió: el INPC disminuyó. Si se comparan periodos equivalentes —la segunda quincena de mayo con la primera de junio— se observa una reducción de 11 décimas, al pasar de 4.62% a 4.51%, lo que rompe, aunque sea de forma marginal, la tendencia ascendente de la inflación.
Si bien la inflación subyacente —que excluye precios volátiles como alimentos no procesados y energéticos— aumentó de 4.15% a 4.20% en ese mismo periodo, el incremento fue 13 décimas menor al observado entre la primera y la segunda quincena de mayo (de 3.97% a 4.15%).
2) La inflación es de origen mayormente externo.
La inflación actual es predominantemente coyuntural y proviene del lado de la oferta, no de la demanda. La inversión y el consumo privado registraron caídas significativas en el primer trimestre del año, de -4% y -0.4% respectivamente, según cifras del INEGI. Además, su participación en el PIB disminuyó en 1.6% y 1%, respectivamente, en el mismo periodo. Esto muestra que no hay presiones inflacionarias internas por exceso de demanda.
3) Proyecciones favorables para el INPC.
En los próximos meses, es probable que el INPC anual muestre reducciones, dado que entre agosto del año pasado y enero de 2025 se observaron caídas significativas en este indicador. Por supuesto, esto dependerá de que no ocurran choques externos inesperados, como un resurgimiento del conflicto en Medio Oriente o nuevas políticas drásticas por parte de Donald Trump.
4) La política monetaria sigue siendo restrictiva.
La tasa actual del 8% no representa un cambio hacia una política expansiva. Al contrario, sigue siendo restrictiva. El diferencial entre la tasa de interés y la inflación es hoy mayor que hace tres años, cuando en agosto de 2022 la inflación general alcanzó 8.7%, la subyacente 8.0%, y la tasa de interés se situaba en 8.5%. Por tanto, Banxico no está incurriendo en medidas que contradigan sus propósitos institucionales.
5) La demanda agregada sigue deprimida.
Como se indicó, la demanda agregada se encuentra contraída, principalmente por factores externos como la incertidumbre generada por Donald Trump. En este contexto, el recorte de tasas difícilmente generará un «jalón» desproporcionado de la demanda. En cambio, sí puede contribuir a crear un ambiente más favorable para el crecimiento moderado durante el segundo semestre. Banxico estima un crecimiento del PIB para 2025 de apenas 0.1%, mientras que los pronósticos privados más optimistas apenas alcanzan el 0.7%. Así, parece exagerado atribuir un fuerte efecto inflacionario a esta medida.
6) Reducción del costo de la deuda pública.
Un efecto colateral positivo del recorte es la disminución del servicio de la deuda pública. Según estimaciones de los Criterios Generales de Política Económica 2025, esta reducción podría representar un ahorro de aproximadamente $16,900 millones de pesos.
Conclusión:
A pesar del recorte en la tasa de interés, esta continúa siendo restrictiva, en un entorno de incertidumbre donde el consumo y la inversión muestran claras señales de contracción. Estos factores limitan el riesgo de un repunte inflacionario impulsado por la demanda. En contraste, sí pueden lograrse beneficios importantes, como una mayor certidumbre económica y una mejor perspectiva para el crecimiento moderado.
La autonomía del banco central no significa actuar en el vacío, sino tener la facultad de tomar decisiones propias dentro de un marco institucional y en sintonía con el contexto nacional. En esta ocasión, el contexto permitió a Banxico una jugada magistral:
¡una auténtica carambola de tres bandas!
Por: Raúl Fernández Pérez
Domo de Cristal
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