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El neolenguaje fascista, la guerra y el genocidio del pueblo palestino y el camino de la diplomacia

Redacción
Nueva foto Guerra

“Toda la literatura del pasado habrá sido destruida. Chaucer, Shakespeare, Milton, Byron sólo existirán en versiones neolingüísticas, no sólo transformados en algo muy diferente, sino convertidos en lo contrario de lo que eran.” — George Orwell

Durante los últimos días, se han difundido muchas noticias que vale la pena interrelacionar. El esfuerzo intelectual que esto exige es considerable: no debemos olvidar que formamos parte de una aldea global, en la que —querámoslo o no— todo tiende a afectarnos. México debe estar preparado para afrontar con inteligencia los acontecimientos que hacen tortuoso el devenir del planeta. Hay quienes piensan que una hecatombe es inminente, seguida de una degradación tecnológica. A Einstein se le atribuye la siguiente frase: “No sé con qué armas se peleará la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras.”

Preocupa cada vez más el uso del neolenguaje en redes sociales: un léxico pobre, sostenido por una sintaxis elemental, en la que ni siquiera es posible detectar razonamiento lógico. Las redes, particularmente “X”, sirven cada vez más para propagar mensajes de odio y para extremar posiciones. Algunos, incluso, tergiversan —parafraseando— el sentido original de una frase. Leamos esta “excelsa perla” de @MariettoPonce, quien cuestiona a Hernán Gómez Bruera por lamentarse de los bombardeos de Donald Trump sobre Irán:

“Estos blandengues son cobardes por naturaleza, la guerra es siempre el camino de la paz, la única forma de parar a los criminales que son violentos, o a los regímenes genocidas y autoritarios, es con hombres leales y justos, más violentos.”

¿Será que la hoguera se apague con más fuego? ¿Es decir, que la guerra detenga a la guerra? ¿No es la paz el máximo acuerdo civilizatorio, incluso cuando no se pacte por escrito? ¿No destruye la guerra a la paz? ¿No tiende su espiral de violencia a expandirse, especialmente cuando un tercero interviene y la globaliza? En algo tiene razón el “filósofo” @MariettoPonce: la guerra terminará cuando, por sus efectos, destruya irremisiblemente al Medio Oriente, acabe con media humanidad o haga inhabitable al mundo.

“La guerra es el camino a la paz.” Esta es precisamente una de las frases que escribió George Orwell en su novela 1984, para evidenciar cómo el lenguaje manipulador desvirtúa la realidad con el propósito de enajenar a la población y justificar actos oprobiosos, haciendo creer que lo paradójico es verdadero. Es decir: que solo a través de la violencia —con la destrucción total del otro— es posible imponer la armonía. Pero como decía Gandhi: “No hay camino para la paz; la paz es el camino.” La antípoda de la guerra es, sin duda, la paz.

Otros se consideran estrategas y citan El arte de la guerra, de Sun Tzu, para justificar ataques cobardes. Han tomado partido por Israel y repiten frases como “acaba con el enemigo antes de que él acabe contigo”; pero olvidan que, según el propio Sun Tzu, “la suprema excelencia consiste en romper la resistencia del enemigo sin luchar”.

La revisión histórica también es clave: en la época de Sun Tzu, las armas eran rudimentarias —arcos, flechas, ballestas, lanzas, dagas, espadas y hachas— fabricadas con hueso, cuero, madera, bronce y hierro. Hoy, la capacidad destructiva de la guerra es casi infinita. Aun así, hace 2,500 años, Sun Tzu advertía: “Las armas son instrumentos de mala suerte; emplearlas por mucho tiempo producirá calamidades.” Y subrayaba: nunca es beneficioso prolongar una guerra.

El 8 de diciembre de 1941, al día siguiente del ataque japonés a Pearl Harbor, Franklin D. Roosevelt pronunció su célebre “Discurso de la Infamia”, centrado en el hecho de que Estados Unidos había sido atacado sin declaración previa de guerra. Esa acción cobarde fue replicada recientemente contra Irán, primero por Israel y luego por Estados Unidos, que alardea de una superioridad tecnológica que parece indestructible.

¿Dónde está la sensatez que pide Simón Levy, cuando en vez de limar asperezas se siembra más discordia entre enemigos históricos? Las posiciones extremas se radicalizan aún más y la violencia escala de forma repentina. Más aún si quien se autoproclama “fiel de la balanza” cree que el camino a la paz es la guerra, y no entiende que todo equilibrio requiere de imparcialidad. “Disuasión” fue el término que usó Trump al atacar Irán. Hoy, pretende controlar un escenario que ya no tiene en sus manos. Sin análisis histórico, no entiende que los fundamentalismos son incontrolables y que el sionismo de Netanyahu es supremacista, religioso y antiárabe. Podrá haber un alto al fuego, pero se ha intensificado la incertidumbre para las próximas semanas, meses y años.

Carente de profundidad intelectual, frívolo y superficial, Trump tampoco entiende que Israel comete cotidianamente crímenes de lesa humanidad. Se estima que, en los últimos seis años, ha asesinado a 370 mil palestinos, la mitad de ellos niños. Aun así, el presidente estadounidense se atrevió a publicar una imagen generada con inteligencia artificial que convertía la Franja de Gaza en un paraíso… sin palestinos.

¿Qué piensa Claudia Sheinbaum del gobierno de Israel? En 2009, en el Correo Ilustrado de La Jornada, publicó un texto titulado “Salvar al mundo que hoy se llama Gaza”. Su escrito es imperdible por tres razones: primero, reconoce con orgullo su origen judío y a su familia; segundo, se asume como mexicana y ciudadana del mundo; y tercero —lo más importante— su esencia intelectual la lleva a tener una conciencia crítica:

“Por ello, por mi origen judío, por mi amor a México y por sentirme ciudadana del mundo, comparto con millones el deseo de justicia, igualdad, fraternidad y paz. Por tanto, sólo puedo ver con horror las imágenes de los bombardeos del Estado israelí en Gaza… Ninguna razón justifica el asesinato de palestinos… Nada, nada, nada, puede justificar el asesinato de un niño. Por ello, me uno al grito de millones que piden el alto al fuego y el retiro inmediato de las tropas israelitas del territorio palestino.”

Esta semana, un reportero intentó confrontarla, buscando que repitiera esa postura. Con inteligencia política, Sheinbaum respondió: ahora soy presidenta de la República; México es un factor de paz y reconoce como Estados tanto a Israel como a Palestina. Añadió que se ciñe a la política exterior establecida en nuestra Constitución, y complementó: “Nunca vamos a estar a favor del daño a un niño o a una niña, jamás… Ni (a favor) de la afectación a poblaciones civiles. Eso es principio, convicción y política exterior mexicana.”

Sus detractores, con el encono que los caracteriza, la calificaron de tibia por no condenar más abiertamente al gobierno israelí. Pero no entienden que, ahora como presidenta, su opinión personal se convierte en el posicionamiento del Estado mexicano. Su deber es proteger los intereses de la nación y de sus ciudadanos, dondequiera que se encuentren.

El gobierno de Sheinbaum ha enfrentado la guerra comercial de Trump, quien auguró que México sería el país más dañado del mundo. También ha rechazado la narrativa supremacista que califica a los migrantes como calamidades. Según Trump, la sangre hispana “envenena” a Estados Unidos, lo cual justificaría redadas y deportaciones masivas. Esto, junto con la retórica delirante de la ultraderecha, es lo que ha tenido que enfrentar nuestra presidenta.

Con Juan Ramón de la Fuente y Marcelo Ebrard se diseñó no sólo la mejor, sino la única estrategia posible para hacer frente a este nuevo fascismo, que se disfraza de proteccionismo y pretende cobrar cuentas a todos los países del orbe. La diplomacia —arropada por la firmeza de la presidenta Sheinbaum— ha logrado mitigar los embates y sanciones del monstruo energúmeno.

La lucha interna también es feroz: partidos de oposición, la vieja guardia neoliberal y grupos de influencers piden abiertamente la intervención de Estados Unidos, aunque eso implique violar nuestra soberanía. Presos de una animadversión enfermiza, conciben un México sin dignidad. Reproducen lo peor de nuestra historia: el entreguismo y los acuerdos atroces que nos cercenaron como país.

Les irrita no tener la razón. Les molesta que la guerra entre Irán e Israel haya evidenciado la necesidad de soberanía energética. Les indigna que México esté construyendo una economía resiliente, capaz de soportar las andanadas del neofascismo. No les importa la gente; se oponen al Estado de bienestar y al aumento de los salarios. Y les enfurece que, pese a todo, nuestra economía muestre signos de vitalidad. Como no, si su bando de economistas y analistas esta ansioso de declarar una recesión técnica.

Por: Gildardo Cilia López

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