El experimento mexicano para regular plataformas digitales bajo un régimen cuasipatronal ha sido anunciado como una conquista social. En apariencia, se trata de una política laboral progresista; en el fondo, una fórmula eficaz para complicar lo que funcionaba, recaudar sin reformar, y transferir el costo al consumidor final.
La reforma plantea que quien gane más de un salario mínimo en Uber, Didi o Rappi deberá cotizar al IMSS, tener vacaciones, y pagarle al Estado un poco más de lo que gana. El resto del ecosistema informal —tianguistas, vendedores de tlayudas, plomeros sin recibo— puede estar tranquilo: no serán molestados. Ser visible es el nuevo pecado fiscal.
El diseño algorítmico, la economía de escala y la flexibilidad operativa fueron sustituidos por burocracia. Las plataformas ahora deberán comportarse como pequeñas oficinas del IMSS: calcular cuotas, entregar reportes y asumir las consecuencias de que alguien maneje dos horas y después desaparezca. ¿Qué puede salir mal?
La uberización informal será la verdadera ganadora. Conductores y repartidores harán lo lógico: salirse del radar, cobrar en efectivo, crear grupos de Telegram o migrar a plataformas sin oficina fiscal en México. La informalidad agradece esta promoción involuntaria.
¿Quién representa a estos trabajadores? Un líder sindical con vínculos al partido en el poder, que promete justicia social y cuotas a tiempo. Las plataformas digitales se convierten así en botines de representación sindical y estructuras de poder alternas. ¿Trabajo digno o afiliación obligatoria?
El nuevo modelo laboral digital promete mucho para los despachos: más litigios, asesorías preventivas, capacitaciones y conflictos interpretativos. Como siempre, el caos regulatorio genera oportunidades para los expertos. La defensa del trabajador es la bandera; la multiplicación de honorarios, el resultado real.
Si usted pensaba que pagar una app era por comodidad, se equivoca. Está subsidiando al sistema de seguridad social, a los abogados laborales, a las cuotas del IMSS y a la narrativa oficial. Todo con una sonrisa digital y una factura con IVA. Su lealtad será recompensada con más espera, menos conductores y tarifas dinámicas cada vez más estables… al alza.
El futuro del trabajo en México acaba de dar un giro. No hacia la innovación, sino hacia el archivo muerto de la regulación mal pensada. Aquí no se construye justicia: se inaugura una nueva forma de centralismo fiscal con apps. ¡Felicidades al contribuyente responsable por ser el pagador universal de lo que nadie más quiere financiar!
Autor. Mario Sandoval Banquero y Abogado.
Domo de Cristal
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