Las emociones del mundo vivieron una auténtica montaña rusa. Apenas ayer, el expresidente Donald Trump anunciaba con entusiasmo un alto al fuego entre Irán e Israel, despertando una chispa de esperanza en medio del caos. Sin embargo, esa esperanza duró poco: en cuestión de horas, los acuerdos parecían hechos trizas.
Un mensaje en la red social “X” fue suficiente para sembrar dudas. “El alto al fuego ya entró en vigor. Por favor, no lo violen”, escribió Trump. Poco después, Israel publicó un comunicado oficial en el que confirmaba haber alcanzado un acuerdo bilateral de cese al fuego.
Los mercados reaccionaron con rapidez. El precio del petróleo cayó en picada ante la perspectiva de una desescalada. Pero el alivio fue prematuro. Apenas se habían comenzado a cantar victorias, cuando las sirenas volvieron a sonar en Israel. Según fuentes israelíes, Irán había lanzado un nuevo ataque, violando el acuerdo recién sellado.
Sorprendentemente, tras ese mismo ataque, Irán anunció que también respaldaba el acuerdo de paz. La paradoja era evidente: mientras firmaban con una mano, disparaban con la otra.
Israel, que horas antes había confirmado su compromiso con el alto al fuego, no dejó pasar la agresión. Respondió con la misma fuerza, reavivando las tensiones. Desde Washington, Trump seguía cada movimiento y, visiblemente frustrado, lanzó una advertencia directa a través de redes sociales: “Israel, no lances esas bombas. Si lo haces, será una violación grave. Trae a tus pilotos de regreso a casa. ¡Ahora!”
Poco después, declaró ante la prensa: “Estos dos países han estado peleando por tanto tiempo, que ya no tienen idea de lo que están haciendo.” La presión crecía y Trump, molesto por la pérdida de control, hizo una llamada urgente al primer ministro israelí. “Tengo que hacer que Israel se calme”, confesó.
La conversación surtió efecto. Israel ordenó el regreso inmediato de sus aviones y redujo la intensidad de sus ataques. Aun así, Trump no ocultó su decepción: “No estoy contento”, dijo, acusando a ambas partes de romper el acuerdo desde la primera hora. “Se les dieron 12 horas, y en la primera, lanzaron todo lo que tenían.”
Entre amenazas y diplomacia, finalmente emergió una señal de alivio. Irán declaró que respetaría el alto al fuego, siempre que Israel también cumpliera. Horas más tarde, proclamó un “cese de la guerra” y celebró su actuación como una “victoria” que, según ellos, obligó a Israel a “aceptar la derrota”.
El gobierno israelí, por su parte, aseguró haber cumplido sus objetivos y aceptó el cese al fuego, destacando que todo se realizó en coordinación con Trump.
Y como era de esperarse, Trump volvió al centro del escenario. Su rol en el conflicto fue reconocido con una nominación al Premio Nobel de la Paz. El expresidente celebró la noticia en sus redes sociales, compartiendo artículos y mensajes de apoyo.
Pero no todos aplaudieron. El embajador ruso ante la ONU condenó las acciones de Estados Unidos e Israel, afirmando que habían violado la Carta de las Naciones Unidas. La crítica dejó en evidencia que, aunque el fuego pudiera haberse detenido, las heridas políticas aún estaban abiertas.
Mientras el mundo sigue debatiendo si las decisiones tomadas fueron correctas o no, en las calles de Israel e Irán los civiles celebran el fin de este capítulo sangriento. Un capítulo que termina sobre el suelo, pero deja una cicatriz imborrable en la memoria, el corazón y el alma de quienes lo vivieron.
Domo de Cristal
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